jueves, 4 de octubre de 2012

Recordando que sigo vivo



Quisiera recordar mi niñez como si fuera ayer,  cuando bastaba solo con jugar, comer, dormir y reír para ser feliz. No preocupaciones más que asistir al colegio, que a pesar de las tareas y los exámenes, al final terminaba siendo igual de divertido.

Hoy, años de años después, aquí estoy con mi vida, tan compleja como mi ser, donde con altibajos construyo un camino incierto que yo mismo creo cierto, esperando sorpresas que me hagan cambiar mi destino, por que quiero más que una simple monotonía, porque quiero más que vivir la vida creyendo que hacer lo que todo el mundo hace es lo correcto, sin preocuparme por las presiones de la sociedad y de la gente cercana quien siempre cuestiona, quien siempre demanda, quien siempre pone el ojo sobre uno y pregunta, quien siempre se mete en la vida de uno sin algún derecho tan solo porque esperan que termines haciendo lo que la mayoría estila, yo quiero más que solo eso.

Quiero vivir sin tener que preocuparme por el paso del tiempo, que sin lugar a dudas asusta, quiero más que tener que ponerme caretas para cada día, quiero ser yo, quiero gritar y llorar como loco si así lo deseo, quiero alzar la voz y enfadarme si así lo considero, quiero reír hasta revolcarme en el piso si así lo siento, quiero arder en deseo y sucumbir a una pasión desenfrenada si así lo anhelo, quiero ser libre e independiente rodeado de soledad si así me provoca, quiero amar y ser amado y caminar por los bosques acompañado si así lo prefiero, quiero correr los verdes campos, cabalgar a toda velocidad los valles,  bañarme desnudo en el río, jugar con bolas de nieve en el monte, prender una fogata en la orilla del mar, cantar con las aves y sonar más fuerte que ellas, quiero paz, naturaleza y tranquilidad.

Quiero recordar que tengo oídos para escuchar sonidos o las distintas melodías del mundo; ojos para contemplar la belleza de seres, lugares, objetos o cosas; boca para cantar canciones que disfruto y vivo letra a letra; nariz para sentir olores y respirar el aire puro del día a día; manos para sentir texturas y para escribir lo que quiera decir mi alma; labios para probar sabores dulces agrios y amargos y  también para besar; tengo un corazón para soñar, y quiero tan solo sentir que sigo vivo.

Pero entre querer y tener hay un abismo de improbabilidades. Regreso mi mirada hacia el interior de esta habitación y aquí sentado solo frente a esta máquina veo que hay cosas del ayer, aunque me gustaría recuperar, no regresarán jamás. Viejas fotografías que me traen gratos recuerdos, amores perdidos, superados y hasta quizás olvidados reaparecen en cada una de ellas, amistades no se si falsas o sinceras que un día compartieron conmigo llantos y alegrías y para las cuales soy quizás (e hipócritamente) un perfecto desconocido. Y el tiempo sigue pasando, y veo matrimonios consolidados, algunos duran otros se acaban, niños nacidos niños por venir, sonrisas y emociones, llenos de dicha, y yo deseándolos pero no aún en un futuro cercano.

Hoy sin duda la melancolía es la protagonista, aquella que me robó la sonrisa. Aquella que a pesar de tener a quien me quiera tanto me hace sentir desconsolado. Aquella que a pesar de saber que estoy rodeado de grandes personas a las cuales tengo como amigos me hace sentir tan... solo. Aquella que me hace extrañar a mis viajeros padres que aunque se que están ya por regresar, hoy si me hacen falta. Aquella que se coló por mi ventana en esta noche fría de primavera y me tuvo a altas horas de la noche escribiendo todo esto para poder descargar aquí mi mezcla de sentimientos: alegrías y tristezas, nostalgia y desesperanza, añoranza y deseo. Hoy ella es quien pone equilibrio a tantos días de felicidad y noticias buenas, por que la vida sin duda tiene que ser una montaña rusa, con subidas y bajadas,  por que dejarme acompañar por la melancolía de vez en cuando así como hoy, me hace recordar que... sigo... ¡vivo!

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