lunes, 21 de noviembre de 2011

Cuando se grita en silencio (Entrada III)




Pues creo que me encontraba enredado en ese mundo, sintiendo exactamente todo esto: emociones duplicadas, gritos descontrolados, celos, sentido de pertenencia, arrogancia de propietario, besos muy sentidos de ternura y de emoción, de desenfreno y reconciliación, lágrimas inquietantes, risas vacilantes, irritabilidad soportable, caprichos intolerables. Yo era Yo, y sin embargo parecía ya no serlo, fuera de mis cabales y tan dentro de ellos, la inestabilidad emocional me hacía morir un día, resucitar al siguiente, mas todo era aún muy confuso, sintiendo cosas que no ansiaba, experimentando situaciones que no pretendía, cuestionándome si todo era real o sólo parte de otro sueño, pero las respuestas no las encontraría ante la fascinación por lo presente, mas bien las comprendería ante la resignación por lo pasado.

Y nuevamente pienso que, aunque millones de personas tengan un punto de partida para su historia de amor, no importa la edad, no importa la raza, tampoco el sexo o la religión, si se nació aquí o allá, en tal o cual época, no importan las mil diferencias; el dolor de una ruptura, para aquél que se ha enamorado, en la mayoría de los casos es absolutamente el mismo.

Y fue así en el preciso momento en el que una palabra destruyó toda la bonanza, que la inspiración dio rienda suelta a mis habilidades desconocidas; y es que no había llanto tan triste que el que mi ser procuraba, cual pequeño niño que lagrimea desconsoladamente cuando se golpea o cuando le quitan su juguete; ni opresión tan fuerte que la angustia aquí adentro, que me hacía respirar con mucha dificultad, y no importaba cunto gritara, cuánto llorara o cuántos vasos de agua tomara para calmarme, ¡nada! no lograba absolutamente nada, igual sentía que me ahogaba; la tortura continuaba en la radio, las mil canciones que teníamos sonaban, y aquellas que nunca me importaron contaban cada una tal cual mi historia y todo aquello que vivía, si fuera acaso poco, pasear por la ciudad tan sólo me recordaba aquellos lugares por la que juntos andábamos, y de repente la veía hasta en los productos, que si comía esto o le gustaba aquello, y su nombre poco común de repente sonaba en todas partes, como si el mundo en lugar de ayudarte a olvidar solamente la traía una y otra vez para que siempre la recordases y así nunca puedas ya sanar; no existía tampoco almohada tan resistente que soportara cada noche escuchar mis quejidos, ni persona tan sensible que sintiera mis congojas, no al menos de la manera como yo lo sentía en aquel instante, solo contaba con mis manos y algunas muchas hojas donde plasmaría mis memorias, el desahogarme con títulos y fechas para que permanezcan imborrables, usando en más de una ocasión al valioso “Tiempo”  y la fiel “Soledad” como mis más importantes protagonistas, y haciendo de la metáfora y la exageración mis grandes aliadas, no podría de otra forma haber plasmado de manera tan intensa la exaltación y el pesar que llevaba allí muy dentro, ni hubiera encontrado una forma más precisa de poder escapar de la frustración desesperante que ocurre cuando se grita en silencio...

De la novela Cuando se grita en silencio de Giancarlo Trigoso (Págs. 17-19)

3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Cuan doloroso es amar a alguien, hasta el punto mismo de querer gritar. Todo se te vuelve conocido, todo te recuerda a ese ser que tanto aprecias.
    Intentas de las mil y un maneras olvidarlo/a... pero no puedes. No puedes porque esa persona vive en ti, es parte de tu vida.
    Olvidar no se puede. Dejar de pensar, tal vez si...con el tiempo.

    Me encanta como escribis, realmente te admiro.

    ResponderEliminar